EL CRIMEN DE SAN MIGUEL

Metió las ensangrentadas manos en el barreño de fria agua. No solo temblaba por el gélido invierno de aquel año del siglo XIV que asolaba la villa castellana de Alfaro, sino por  los nervios que lo invadian por completo. Debia borrar cualquier prueba de su crimen, un delito del que nunca se libraria. Dios lo castigaria al fuego eterno del infierno, ya que se habia saltado uno de los mandamientos, no matarás. Sin duda, haria penitencia, se flagelaria y pediria perdón a su Señor. En el momento de acabar con la vida de esa muchacha, él habia sido poseido por el mismo demonio. Ella era la culpable, era una adoradora de Satanás, eso pensó el padre Tomás secandose las manos con un paño. Dios le perdonaria por haber acabado con esa pecadora, se convenció a si mismo de ello. La culpa era de ella, no de él. Se sentó en un taburete, pensando como deshacerse del cadáver. Pero en su mente solo aparecia todo lo acaecido ese dia.
Durante gran parte de ese dia, habia estado nevando y todo estaba cubierto por un blanco manto, color de la muerte. El padre Tomás ofició una misa por el alma del vecino Juan Cuevas, fallecido la pasada noche. "Que Dios lo tenga en su gloria" dijo tras terminar la misa funeral. La poca gente que asistió al entierro, comenzó a abandonar la iglesia. El viento soplaba muy fuerte arrastrando la nieve de un lado para otro, era el peor dia de ese invierno. Dieron sepultura al pobre hombre y cuando el padre Tomás se disponia a entrar a la iglesia, vio a la muchacha en la puerta. Frunció el ceño y tras despedirse de los enterradores, hizo pasar al interior del templo a la muchacha. El edificio quedó en silencio, solo roto por el frio viento que golpeaba sin piedad las viejas piedras de San Miguel. La muchacha confesó que esperaba un hijo suyo y que si no le ayudaba, lo haria público. El padre Tomás le respondió que ese hijo podria ser de cualquiera y asi fue, como comenzo una acalorada discusión. Terminó a los pocos minutos, con la muchacha tirada en el suelo, con los ojos abiertos ya sin vida y un pequeño charco de sangre que manaba de su cabeza. El padre Tomás, con la respiración agitada, la miraba desconcertado y en su mano derecha, sostenia un cirio manchado de sangre. 
Se levantó del taburete, buscó un lienzo blanco y amortajo a la muerta. Nadie la echaria de menos, pues vivia sola, seria facil deshacerse del cadáver. Lo arrojaria a la fosa común esa misma noche. Cuando ya lo tenia todo disponible, espero a que llegara la medianoche para terminar con todo y asi comenzar una vigila para limpiar su alma. Pero sabia que Dios le perdonaria, habia acabado con una maldita y con eso, se habria ganado el cielo. Tras cenar, se dispuso a rezar en la capilla del Santo Cristo, ante un crucifijo fabricado hacia a penas cinco años. Pasaron las horas y llegó la medianoche. El viento seguia soplando con violencia en el exterior de la iglesia, silbando que parecia el lamento de los muertos que descansanban en paz en el cementerio que rodeaba al templo. El padre Tomás se aferró a una cruz de madera que sostenia entre sus manos, cuando de repente, todas las velas se apagaron, salvo una. El cirio, cuya luz mortecina hizo estremecerse al padre Tomás. El miedo comenzo a invadirlo. Aferrado a su crucifijo, seguia rezando con mas fé que nunca. En ese momento, notó una fria brisa en su cuello y permaneció quieto por un instante. Despacio, se dió la vuelta y no vio a nadie. El pánico comenzo hacer de las suyas, pues pasados unos segundos, justo donde habia estado la muchacha muerta, pudo ver como una neblina blancuzca, que poco a poco, fue tomando forma. Era el espiritu de la chica, que extendiendo sus brazos y con el rostro blanco de la muerte pedia venganza. El padre Tomás puso ante si el crucifijo, con la intención de parar el avance del espectro. Y cuando el espiritu llegó ante él, todo oscureció. Todo desapareció a su alrededor y el miedo fue su unico acompañante.
A la mañana siguiente, un grupo de vecinos alertaron a la guardia del alcaide. Las puertas de la iglesia permanecian cerradas a pesar que era la hora de la primera misa del dia. Al forzarlas, encontraron al padre Tomás, tirado en el suelo, con el rostro blanco y una mueca espantosa. A poca distancia de él, la amortajada chica yacia a los pies del altar. 
Se dice, que desde ese dia, la iglesia de San Miguel estuvo maldita. Con el pasar de los años, su campanario se derrumbó y con el trascurrir de los años, fue desapareciendo hasta quedar en el olvido. El unico testigo de aquel crimen permanece inmovil y con mirada fija en el punto exacto donde el alma del padre Tómas merodea sin descanso. Hoy, el crucifijo del Santo Cristo se encuentra en la capilla de San José, en la actual Colegiata de San Miguel. 
No le mires a los ojos, pues verás los terribles tormentos del padre Tomás y puede que te unas a él, para toda la eternidad.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que miserable ese asesino,profanador de sus propias creencia, peor aun se cree con derecho de enaltecer su tetrica y misera vida, para justificar sus acciones a traves de de su fe... definitivamente el bien y el mal solo lo usan para justificar y condenar, pero jamas para comprender"

Raquel es un gusto leer tus cronicas me han enganchado, espero aun mas!!! estare pendiente!!!
susana ha dicho que…
Me ha gustado muchisimo sobre todo la ultima frase, escribe la proxima historia prontoooooooo.
JoseVi ha dicho que…
Eeeeeeeeeee este me ha impactado, en serio. Mantienes la tensión en todo momento, le veo un punto poético a lo que escribes, con mucho sentimiento. Este relato me ha encantado y con diferencia. Enhorabuena :)

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